Arturo Cardona Mattei
Breves apuntes sobre los milagros
Para que haya un milagro tiene que haber fe, pero también tiene que haber una buena razón. Dios no hace milagros por complacencia. Jesús hizo milagros porque Jehová, su Padre, así lo estimó para que el mundo viera y conociera que Jesús era su vocero. Jesús tampoco hizo milagros para complacer a las multitudes. Pero hoy la gente pide milagros y se reúnen en círculos de oraciones en busca de que ocurra algún milagro. Este tipo de actitud se ha convertido en un circo farandulero. Y como circo al fin, allí cabe todo el mundo. Buenos y malos, los que dicen creer y los no creyentes. Allí se juntan cristianos y paganos. Y sus pretensiones son siempre las mismas: Dios es bueno y siempre escucha nuestras oraciones. Pero la Biblia misma dice que Dios no oye todas las oraciones. Tampoco complace a todo el mundo. Dios es liberal, pero no es anárquico. Dios no es un quincallero pregonando y haciendo milagros a tutiplén. Su poder de hacer milagros va unido a su eterna incorruptible santidad.
En aquellos tiempos bíblicos Jesús hizo milagros, y también sus apóstoles. Pero esos dones fueron eliminados con la muerte de Jesús. Hoy lo que nos queda es una recua de farsantes, a nivel mundial, que abusan de la gran ignorancia que tiene el hombre con relación a las cosas de Dios. Y en esa ignorancia se anida una fe endeble y una espiritualidad torcida. Ahora bien, las muchas y buenas promesas vertidas en la Biblia llegaran a su justo tiempo. Entonces, el mundo entero, toda la humanidad vera y conocerá de ese grandioso poder. Y como Dios justo e imparcial, todas esas bendiciones arroparán a todas sus criaturas. En los tiempos cercanos a la aparición de Jesucristo también hubo su buena cuota de farsantes. Veamos.
El historiador judío Josefo menciona a algunos: Teudas, que condujo a sus seguidores al río Jordán y dijo que dividiría sus aguas; un egipcio que llevó a la gente al monte de los Olivos, asegurando que el muro de Jerusalén caería a una orden suya; y un impostor del tiempo del gobernador Festo que prometió una vida libre de problemas. Esa misma falsedad, con matices diferentes, aún sigue entre nosotros. Y así seguirá hasta el final de este sistema de cosas. Pues la propia Biblia dice que el gobernante de este mundo se llama Satanás, el archienemigo de Dios.
Entonces, ¿Por qué decimos que en estos tiempos no existen los milagros, tal como ocurrían en los tiempos de Jesús? En 1 Corintios, 13:8-10, el apóstol Pablo dice lo siguiente: “Sea que haya dones de profetizar, serán eliminados; sea que haya conocimiento, será eliminado. Porque tenemos conocimiento parcial y profetizamos parcialmente; pero cuando llegue lo que es completo, lo que es parcial será eliminado”. El relato prosigue diciendo: “Ahora, sin embargo, permanecen la fe, la esperanza, el amor, estos tres; pero el mayor de estos es el amor”. Jesús cumplió a cabalidad con la Ley Mosaica, pero con su muerte dicha Ley también llegó a su fin. La misma fue remplazada con le Ley de Cristo, que está vigente al día de hoy.
Hoy tenemos la Biblia completa, con todas las revelaciones y el consejo de Dios. Tenemos el cumplimiento de la profecía y un entendimiento adelantado de los propósitos divinos. Por eso, no hay necesidad de milagros. No obstante, el mismo espíritu de Dios que hizo posibles los milagros todavía existe, y produce resultados que dan prueba igualmente convincente del funcionamiento del poder divino.
Queda de ustedes,
Arturo Cardona Mattei
Caguas, Puerto Rico