Rafael García Romero
Juan Bosch: el origen de un nombre
El Juan Bosch que había llegado del exilio para correr como candidato a la Presidencia de la República Dominicana era un hombre cincuentón, de aventajada estatura, canoso. Pocas personas recordaban que de joven había sido rubio. De ojos verdes, mirada penetrante y manos grandes, fuertes, acogedoras. A todo el que saludaba lo percibía inmediatamente; fumador empedernido. Sólo consumía Cremas sin filtro.
Tenía los dedos de la mano derecha estropeados por la nicotina. El tabaco marchó una generación de líderes latinoamericanos. Fidel Castro fumaba habanos y Juan Bosch sólo cigarrillos; y los dos decidieron dejar de fumar. Uno y otro entendieron que había que predicar con el ejemplo y abandonaron el vicio.
El profesor hablaba y su voz resultaba agradable, cautivadora. No importaba qué dijera; siempre era interesante escucharlo. Nadie le decía Juan Bosch, aunque ese era su nombre. A lo sumo "Don Juan" o simplemente "Profesor". No era habitual que hablara de sí mismo.
Una vez, inevitablemente, lo hizo; y habló de él, pero para citar un consejo que recibió de Pedro Henríquez Ureña para que hiciera una poda a su nombre y lo usara siempre de manera invariable.
Entonces lo explicó de la forma siguiente: "Si el nombre con que se me conoce es de dos sílabas, se lo debo a Pedro Henríquez Ureña porque un buen día, cuando yo andaba por los veinte y tres años, el ilustre ensayista me aconsejó que no siguiera usando la E que aparecía en cada uno de los cuentos que publicaba en Bahoruco, la revista de Horacio Blanco Fombona, metida y seguida de un punto entre las palabras Juan y Bosch".
El consejo le sirvió para hacer historia. Explicó que Henríquez Ureña entonces era el Superintendente General de Enseñanza; y que todavía la alta dirección de la educación pública dominicana no estaba encabezada por un secretario de Estado.
Juan Bosch habló con él en la casa de la calle El Conde donde vivía con su hermano, el doctor Rodolfo Henríquez Laurazón, que había venido de Cuba, donde la única universidad del país, la de La Habana, había sido cerrada por la dictadura de Gerardo Machado.
"En esa ocasión que no era la primera fui a verlo para llevarle dos cuentos que don Pedro quería mandar a revistas literarias del Continente, una de ellas la bien conocida Repertorio Americano que publicaba en la capital de Costa Rica el cuentista Joaquín García Monge, y los dos cuentos iban firmados por Juan Bosch en vez del "Juan E. Bosch", que había sido el nombre usado por mi hasta ese día.
El profesor recordaba que una semana antes, "el maestro de la lengua que era Pedro Henríquez Ureña me había preguntado, en ocasión en que nos hallábamos en el Café Paliza, de la calle El Conde, qué quería decir esa E que aparecía entre Juan y Bosch.
"Es que yo me llamo Juan Emilio", le respondí, y pasé a explicarle quo como no me gustaba el último nombre usaba solo su inicial; y en la ocasión en que me aconsejaba, poco después, que no usara más la E me dijo: "Olvídese de esa E, que para lo único que le sirve a usted es para confundir a sus lectores", y a seguidas inquirió: "¿Para qué pone usted una letra sola en medio de un nombre tan sonoro como Juan y su apellido, que se pronuncia sin ningún esfuerzo?".
Y remachó lo que estaba diciendo con estas palabras: "En cambio, es muy fácil recordar un nombre de dos sílabas, por ejemplo, Juan Bosch, como era fácil de recordar Mark Twain".