A medida en que vamos sumando experiencia en nuestro recorrido por la vida, vamos entendiendo muchas cosas; hay veces que a algunos nos toma más tiempo aprender, otros, nos quedamos estancados llevando un estilo de vida, creyendo que es lo que nos tocó y por eso debemos aceptarlo.
En esta ocasión quiero referirme a los apegos emocionales, los lazos (cadenas) que creamos y creemos son partes de la vida en pareja.
Vivir de apegos emocionales no es sano, pues terminamos enterrando lo que somos como personas, nuestros talentos, capacidades, y por si todo lo anterior no fuera aterrador, terminamos mancillando nuestra dignidad e integridad; nos desgastamos, vivimos estresados y sometidos, no somos felices y, por ende, tampoco somos capaces de brindar felicidad.
Es fácil poner mil excusas ante nuestra realidad; creemos que se ve mejor ante los ojos de los demás si justificamos nuestro apego emocional, diciendo cosas como: no lo/la dejo por mis hij@s, tenemos negocios en común o dependo económicamente de sus ingresos, por decir algunas cosas; y es que sí, socialmente nos sentimos presionados, pues vivimos más del qué dirán antes del cómo me siento.
Lo peor de todo esto, es que la mayoría de las veces guardamos en un baúl nuestra esencia por alguien que no está en la misma vibración que nosotros, que no goza de principios, valores, criterios o identidad propia, así de contradictorio. Y al final terminamos sumergidos en depresiones provocadas por la incertidumbre que se vive en la paradoja de que, queriendo evitar el sufrimiento, fortalecemos el apego y así nos mantenemos padeciéndolo.
Posiblemente todos hayamos caído alguna vez bajo los efectos del apego emocional, pero, seamos realistas; una cosa es defender el afecto de los lazos amorosos y otra muy distinta ahorcarnos con el; aquí la importancia de los límites en las relaciones de pareja. Mi testimonio en el aprendizaje de soltar mis lazos afectivos se resume al momento en que tuve el valor de mirarme nuevamente al espejo para decirme a mí misma: esta que veo reflejada no soy yo; me di cuenta que me había perdido en el camino y era la hora de recuperarme, y es que ahí está el secreto de todo: reconocer que debes quererte primero a ti mism@ te lleva a ser afectivamente independiente, si te amas sobre todas las cosas no permitirás manipulaciones emocionales, recuperas tu paz interior y serás capaz de tener relaciones sanas basadas en el respeto, la comunicación, la tolerancia y el entendimiento.
Todos los seres humanos tenemos la capacidad de amar sin perdernos a nosotros mismos; así que dejemos de aferrarnos a situaciones y a personas, vamos a soltar la dependencia emocional. Es por esto que debemos trabajar nuestra autoestima, el amor propio, soltar esos miedos que crean dependencia, disfrutar la individualidad y el regalo divino de ser cada cual distintos, declararnos afectivamente libres y sanos para relacionarnos, sin perdernos en el camino...
Mariana Gómez