Erick Barinas
Roberto Blandino
Roberto Blandino Urbáez, oriundo de la benemérita provincia de San Cristóbal, fue durante más de treinta años director del departamento de protocolo y ceremonial del Palacio Nacional, aunque su carrera como servidor público fue todavía más dilatada.
Su reciente fallecimiento, muy a destiempo, deja un enorme vacío en el servicio diplomático, en el servicio de protocolo del Estado dominicano y de manera particular del Palacio Presidencial, donde sin dudas se constituyó en un verdadero decano de ambas actividades.
Por su profundo conocimiento de los ceremoniales de Estado y de la diplomacia, y por su honestidad, responsabilidad, dedicación, capacidad, habilidad y vocación de servicio, el embajador Roberto Blandino estuvo dirigiendo el protocolo presidencial desde la época de gobierno del doctor Balaguer, sirviéndoles ininterrumpidamente a todos los demás jefes de Estado que le sucedieron.
Tuve el honor de tratar al embajador Blandino, un hombre discreto, culto, íntegro, laborioso y pulcro, dedicado en cuerpo y alma a sus labores oficiales. Por conocer su labor puedo decir que fue, es y seguirá siendo un ejemplo de lo que es un auténtico y paradigmático servidor público.
Más de tres décadas sirviendo en las más altas instancias del poder gubernamental en la República Dominicana sin haberse beneficiado económicamente de su posición, dedicando los mejores años de su vida a las labores de Estado, sin oportunismo, sin falsedades y sin hacer daño a nadie, dando lo mejor de sí y procurando la excelencia en su trabajo con especial sencillez y eficacia.
Blandino fue testigo de excepción de muchos momentos importantes de la vida política dominicana y de episodios históricos trascendentales que le tocó presenciar y vivir por sus delicadas funciones oficiales.
Este servidor público excepcional, caracterizado por ser una persona afable, modesta, prudente y decente, tuvo acceso a muchas y delicadas informaciones de Estado que supo guardar en un baúl impenetrable que se llevó consigo hasta su última morada.
En varias oportunidades le sugerí a este ilustre ciudadano y amigo que escribiera sus memorias y que describiera para la posteridad siquiera algunas de las experiencias y anécdotas que él considerara más importantes y valiosas de las muchas que tuvo al lado de los presidentes Joaquín Balaguer, Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco, Hipólito Mejía y Leonel Fernández.
La última vez que conversé con él hace ya varios meses, por su convalecencia, me dijo que las había empezado a escribir y que había podido avanzar bastante.
Ojalá sus familiares se animen a recopilar lo que haya podido escribir éste notable diplomático dominicano y que publiquen un libro con esos escritos como un merecido homenaje a su memoria y a sus largos años de servicio en el Estado.
Sería un acto de justicia si el gobierno dominicano, por vía de la Cancillería o el Ministerio de Cultura, igualmente se interesasen en auspiciar la publicación de esta obra-homenaje con el concurso de sus familiares.
En efecto, abogamos porque se le rinda honor a quien honor merece, no por el cargo y las funciones que desempeñó, sino por la entrega, el sacrificio y la forma idónea e íntegra con que lo hizo.
A menudo los ciudadanos, los dirigentes políticos y los medios de comunicación destacamos con suma insistencia las miserias y los defectos de nuestra sociedad y de nuestra vida pública, y olvidamos la importancia moral y espiritual que tiene el reconocer los valores y los buenos ejemplos que tenemos en los diversos ámbitos de la vida nacional.
En el caso de la trayectoria del embajador Roberto Blandino, muy bien vale la pena que se den a conocer a las presentes y futuras generaciones de servidores públicos y diplomáticos, y a la ciudadanía en sentido general, los valiosos aportes que éste hiciera al país a través de una institución del Estado tan importante como es el Poder Ejecutivo, representado por la Presidencia de la República.
Reconocer a ciudadanos con la intachable y brillante trayectoria de servicios de Roberto Blandino, así sea póstumamente, es promover los buenos valores que hemos tenido y tenemos en la sociedad y en el sector público de la República Dominicana.
El autor es abogado. Reside en Santo Domingo.