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Erick Barinas

Leo Adames

Quien escribe en los medios de comunicación y asume posiciones frente a los problemas económicos, políticos, sociales e institucionales, casi siempre genera reacciones a favor y en contra, así como adversarios y enemigos. Ese es uno de los precios que hay que pagar por dar la cara ejerciendo una ciudadanía responsable y con entereza, integridad y honestidad personal e intelectual.

Todo el que hace opinión pública sin procurar retribuciones económicas por ello, sin buscar prebendas políticas o empresariales, generalmente recibe la animadversión de sectores y de individuos acostumbrados a medrar alrededor del poder y la oscuridad. Por ello, quienes así concebimos nuestra participación en el debate público nunca recibimos recompensa económica, sino únicamente contadas satisfacciones morales y espirituales que provienen de los amigos y de los lectores concientes.

Por supuesto, quienes damos la cara y ejercemos públicamente nuestros derechos ciudadanos, también nos queda la honda y pocas veces igualable satisfacción de haber actuado y ejercido nuestro derecho de expresarnos conforme a los dictados de nuestra conciencia y de nuestros valores.

Leo Adames fue un periodista que laboró en el periódico El Nacional como editor de la edición digital de dicho diario, en el cuál colaboré por espacio de diez años publicando artículos de opinión. Lamentablemente, falleció recientemente en un centro médico de Santo Domingo, según se ha dicho por alguna reacción a una anestesia antes de ser intervenido quirúrgicamente.

Apenas conversé con el señor Adames en una ocasión, más esa conversación fue uno de los momentos más gratificantes y estimulantes que pude haber tenido como ciudadano y autor de artículos.

Aquella conversación se produjo un sábado en el que fui a llevar un artículo de colaboración a la redacción de ese diario. No encontraba a la persona que debía entregárselo y el señor Adames me dijo: “Buscas a Lilian”… a lo que conteste afirmativamente….entontes me preguntó: “¿Tú eres Erick Barinas?”…..a lo que también contesté que sí, un poco extrañado por el tono de la pregunta…..Entonces me dijo una frase que nunca podré olvidar: “ Tu sabías que tu columna es de las que más se lee en el país y fuera del país”. Con incredulidad le conteste: “no, no lo sabía”….y a seguidas me dijo: “Yo soy Leo Adames, editor de la versión digital del periódico, y recibo permanente los comentarios de los lectores de la edición digital y se quienes son los columnistas del periódico que más se leen, y tú eres uno de ellos, tú tienes lectores en Japón, España y muchos otros países que envían comentarios sobre tus artículos….. …..Te felicito….No sabía que eras tan joven..... ¿traes un artículo?...-Le contesté que sí.- Lo puedes dejar conmigo, que yo lo entrego a Lilian.

Por supuesto que le dí las gracias por la información que me había dado, por sus palabras y por su amabilidad. Nunca más lo volví a ver, pero todo cuanto me dijo ese día y la forma en que lo hizo, han sido uno de los episodios más significativos, estimulantes y satisfactorios que he podido recibir en mi vida.

Y es que con cierta frecuencia, la suspicacia con que somos vistos quienes escribimos y los pocos resultados que a veces podemos observar, muchas veces nos lleva a preguntarnos sobre la utilidad práctica de escribir y publicar nuestras opiniones, sobre si lograremos cambiar algo de la realidad tantas veces injusta, o si valdrá la pena asumir riesgos personales y ganar animadversiones a cambio de que nuestro rostro o nuestro nombre figure al pié de un artículo periodístico no siempre bien interpretado.

Aquél sábado en que circunstancialmente conocí al periodista Leo Adames, un periodista de verdad, que vivía de su profesión, pude encontrar una respuesta valiosa y convincente a esas interrogantes que asaltan a cualquier autor. Al escuchar sus inesperadas palabras, me pareció encontrar una motivación, un testimonio, una razón de ser de una actividad que, en mi caso, la llevo a cabo exclusivamente para cumplir con el mandato de mi conciencia, de mis valores y de mi compromiso con la sociedad y el mundo en el que nací y en el que me desenvuelvo.

Por esas razones dejo aquí constancia de mi pesar por el fallecimiento del periodista Leo Adames, cuya valía y don de gente nunca podré olvidar. Mis más sinceras condolencias a sus familiares y a sus colegas periodistas que supieron apreciar y valorar sus extraordinarias condiciones humanas y profesionales.

El autor es Abogado.

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