Elías Barrera Corporán
Gregorio Morrobel un titán de Bronce
Para hacer justicia a uno de los admirados amigos con que cuento reproducimos a continuacion el escrito de Bolivar Balcacer acerca de un personaje que a todos nos lleva a pensar en los buenos valores que deben cultivarse en un mundo despidiado como el actual: a Gregorio Morrobel.
Por Bolívar Balcacer
Hace unos días prometí que escribiría sobre uno de esos personajes comunitarios que más a crecido a lo interno de la gran manzana, me refería al buen amigo Gregorio Morrobel.
No hablaré del Morrobel Político partidarista, no me interesa esa parte, sino la humana, la que pocos conocen en este ejemplo de vivencias cotidianas, quiero hacerlo porque como dice el titular de este trabajo este hombre, este dominicano de la luz, es un autentico Titán de Bronce, con el termino no quiero quitar méritos al apóstrofe usado para llamar así al cubano dominicano General Antonio Maceo y Grajales, digo dominicano porque su madre la heroína cubana Mariana Grajales, una morena liberta (así se llamaba a los afrocubanos que habían obtenido la libertad de una manera u otra), era de padres dominicanos, específicamente de Barahona.
Pues bien, pocos saben que el amigo Gregorio Morrobel, ha tenido que flanquear todos los entuertos que les presentó la vida para salir a flote y poder ganar un espacio a pesar de las vicisitudes y de las amarguras que el destino le puso de frente.
Morrobel conoció la miseria de frente, la tristeza le marcó muy de cerca y a base de sacrificios logró escalar los peldaños que hoy le permiten no solo el respeto de muchos, sino la fortaleza para convertirse como el general cubano en un verdadero paladín del triunfo.
Este hombre de poco hablar pero de afable trato ha superado todos los escollos y en silencio a mantenido erguida su frente a pesar de los golpes bajos que muchos le han ocasionado sin conocerle a perfeccion.
Este transformador social es una de las piezas angulares en el desarrollo de las ultimas generaciones de dominicanos que nos hemos ubicado en la gran babel de hierro.
Verle como un soporte de consulta nos hace sentir orgullo de este hombre, pero algo más, el mirar su comportamiento en el consulado dominicano hace que uno sienta al hermano, al amigo y al compañero solidario en una postura de auxilio, no existe una barrera que este dominicano no quiebre con tal de que uno de los suyos logre sus propósitos, talvez por ese estilo único, permitido solo a los grandes paladines de la sociabilidad es que él ha llegado a ganar el sitial que hoy tiene entre una gran parte de la dominicanidad de ultramar.
Creo que a Gregorio Morrobel hay que compararlo con la exposición que sobre los triunfadores ha presentado en su libro "Para Aprender la Vida" el amigo Ruben Nuñez de Cáceres, dice el escritor:
A veces los triunfadores no son los administradores geniales, ni los visionarios del futuro o los grandes emprendedores. Por ello, tal vez no los reconoceríamos en medio de tanto pensadores, filósofos o tecnológos, que supuestamente conducen a este mundo por la senda del progreso.
A veces el triunfador no es el negociador internacional, o el hacedor de empresas de clase mundial o el deslumbrante estadista que asiste a reuniones cumbre. No es el que se afana por exportar mucho, sino el que todavía se importa a sí mismo.
Porque el triunfador puede ser también el que calladamente lucha por la justicia, aunque no sea un gran orador o un brillante diplomático. El triunfador puede ser igualmente el que venció la ambición desmedida y no fue seducido por la vanidad o el poder. Es triunfador el que no obstante que no viajó mucho al extranjero, con frecuencia hizo travesías hacia el interior de sí mismo para dimensionar las posibilidades de su corazón.
Es el que quizás nunca alzó soberbio su mano en el podium de los vencedores, pero triunfó calladamente en su familia y con sus amigos y los cercanos a su alma. Es, quizá, el que nunca apareció en las páginas de los periódicos, pero sí en el diario de Dios; el que no recibió reconocimientos, pero siempre obtuvo el de los suyos; el que nunca escribió libros, pero sí cartas de amor a sus hijos y el que pensó en redimir a su país a través de la asfixiante aventura de su trabajo común y rutinario y aquel que prefirió la sombra, porque, finalmente, es tan importante como la luz.
Hoy puedo decir con orgullo, sin ningún complejo ni pretendiendo galardón alguno que me siento orgulloso de contarme entre los amigos a los cuales Gregorio Morrobel le ha dispensado un trato muy especial y humano, puedo decir y quiero decir a los cuatro vientos a donde pueda llegar el eco de mi voz que Gregorio Morrobel es un Titán de Bronce que nos prestigia como dominicano.
Hasta nuestro próximo comentario