Uno de los atributos nodales de las administraciones del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), unas veces exhibido de manera bulliciosa y otras con el silencio premeditado, es su pericia para manejar a la opinión pública (y no se habla aquí sólo de control mediático sino también de capacidad para “colocar” agendas en la percepción colectiva) en dirección favorable a sus intereses estratégicos.
En ese contexto de reflexión es que el autor de estas líneas asume las declaraciones ofrecidas por el licenciado Félix Jiménez -miembro del Comité Político peledeísta y funcionario del gobierno del presidente Danilo Medina- con respecto al espinoso tema de la Odebrecht y sus variopintas ramificaciones: aparentemente no fueron -o no quisieron ser- aprehendidas e interpretadas en su verdadera trayectoria focal por la mayoría de nuestros observadores y analistas políticos.
En efecto, mientras el dirigente histórico del PLD -al comparecer a un matutino televisivo de cercanía oficialista- muy específicamente señaló que es “de los que creen” que en los gobiernos peledeístas “ha habido” funcionarios corruptos y sobrevaluación de obras, la generalidad de las reacciones ante sus expresiones giró alrededor de otra cuestión: su alegada afirmación de que el Comité Político de aquella entidad ha estado siempre al tanto de la reiterada conducta delictiva de la empresa brasileña.
Ante el revuelo causado por esa supuesta afirmación, el alto dirigente oficialista no tuvo más opción que apresurarse a aclarar que eso no fue lo que dijo y que fue citado “fuera de contexto”: obviamente su intervención televisiva no tenía ni podía tener ese norte, pues en realidad estuvo dirigida a perifonear una de las “patas” de la táctica actual del gobierno: la relativa a “mantener a raya” al doctor Leonel Fernández ante el novedoso fenómeno que implica la notoria pérdida de credibilidad del licenciado Danilo Medina a resultas del escándalo de la Odebrecht.
(Tal y como se consignó en una entrega anterior, quien escribe estima que los inquilinos de la casa de gobierno están aplicando un programa de coyuntura que procura tres cometidos esenciales: mantener lo más lejos posible de sus entornos la suciedad que arrastra consigo y tras de sí el caso de la Odebrecht, aprovechar la situación para mantener “tuche y sin sacarrayita” al doctor Leonel Fernández y, de carambola, intentar embarrar de algún modo al PRM en tanto principal organización opositora del país).
Por supuesto, no es que la parte mediáticamente destacada de la exposición del licenciado Jiménez carezca de importancia: si se llegara a confirmar que el más alto órgano de dirección ejecutiva del PLD estaba en conocimiento de las maniobras amorales y los actos delictivos de la Odebrecht, lo menos que debería acontecer es que los integrantes del mismo renuncien tanto a sus puestos partidarios como a sus posiciones gubernamentales y legislativas… Pero, claro, sin tener el don de la adivinación o la clarividencia se puede afirmar por adelantado que eso no ocurrirá: todavía le falta “decencia” a nuestro régimen democrático para ello.
El sesgo antileonelista estuvo claro a lo largo de toda la comparecencia del licenciado Jiménez: insistió una y otra vez en la consideración de que “algunos compañeros” (la mayoría sin larga militancia en el PLD, según él) habían incurrido en “actos de corrupción”, y que una parte importante de “las obras ejecutadas en el pasado” estuvieron sobrevaluadas… Por supuesto, la clave de todo se encuentra en esta última sentencia: sus denuncias se referían al pretérito, es decir, a las administraciones del doctor Fernández y, si se deseara generalizar, a la del expresidente Hipólito Mejía.
En consecuencia, el blanco real inmediato de las siempre precisas y vehementes palabras del licenciado Jiménez lo era el exmandatario peledeísta, y como hubiera resultado extremadamente peligroso atacarlo frontalmente (o intentar repetir una especie de nuevo “quirinazo”), sus dardos verbales fueron lanzados -si bien de manera innominada- contra colaboradores cercanos de aquel, buena parte de los cuales -precisamente- ha estado en la picota pública por imputaciones de presuntos o reales actos de corrupción y por denuncias de sobrevaluación en proyectos gubernamentales ejecutados bajo su rectoría.
En otras palabras: más allá de cualquier otra intención, meta o connotación, las declaraciones del licenciado Jiménez parecen un episodio “preiniciático” de la lucha interna en el PLD por la candidatura presidencial de 2020… La idea no es simplemente manifestar abominación por la corrupción y la impunidad (total: en este lar nuestro de cada día habitualmente la historia es puesta “patas arriba” por la política): lo que se busca es inhabilitar al doctor Fernández, virtualmente a priori, de cara a esa lucha.
Y la sospecha al tenor se acreciente justamente porque el mea culpa partidario del licenciado Jiménez se pone en escena en momentos en que cualquier reacción del doctor Fernández podría ser favorable para las aspiraciones del grupo gubernamental: si se decide a hablar del escándalo de la Odebrecht (o de cualquier otro asunto de su misma naturaleza, como ya lo han hecho el licenciado Medina y el expresidente Mejía) provocaría que el foco de la atención pública salga del ámbito palaciego; y si opta por continuar en silencio podría dar la impresión de que se mantiene -cual ha ocurrido hasta hoy- totalmente al margen de las preocupaciones, los esfuerzos y los intereses de la militancia y la dirigencia peledeístas tanto en lo interno como en lo externo.
La verdad, pues, detrás de toda la parafernalia mediática y política de hoy es una sola, independientemente de lo que trate de proyectarse desde el Palacio Nacional: no es tan sólo que el gobierno del licenciado Medina se siente amenazado por un escrutinio nacional e internacional potencialmente peligroso para sus planes políticos en el porvenir inmediato; también se encuentran “en la cuerda floja” el expresidente Fernández (sobre todo debido a las menciones sobre actos “non sanctos” que se hacen de varios de sus colaboradores de confianza) y, para ahora o para mañana, igualmente sus principales líderes en el Congreso Nacional (que tendrán que hablar sobre sus votos a favor de contratos sospechosos o sobrevaluados).
O sea: la de la Odebrecht es una sombra ominosa que se cierne amenazadoramente sobre todo el PLD (aunque se note más en su parte cupular), y si el suscrito estuviera matriculado en éste ya estuviera poniendo sus barbas en remojo, porque hay llamas fragorosas y rescoldos luciferinos a la vista… Y no en las vecindades, sino en el interior mismo de la casa.
(*) El autor es abogado y profesor universitario,
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