El panorama “azaroso” que se puede observar en Dominicana, adornado con la corrupción estatal rampante, la hipoteca a la soberanía, el narcotráfico, la criminalidad, delincuencia etc., no invita a otra cosa. Con razón la juventud pensante nuestra se quiere ir del país. ¡Así está puesto en evidencia fehaciente!
Y es que, el futuro en su Tierra natal luce muy incierto, a pesar de las verborreas demagógicas y politiqueras de los que han estado mandando últimamente. Negras se advierten las expectativas para las presentes en desarrollo, y las nuevas generaciones. ¡Innegable realidad!
Donde más se deja sentir ese desencanto juvenil presente en el país, es a nivel de las aulas para clases universitarias. Los que aún pueden estar allí, contra vientos y mareas, en su mayoría manifiestan abiertamente, el solo andar en busca de un título representativo en el ínterin, por no haber encontrado el camino para abandonar la nación.
Sostiene un gran número que, “en este país no vale la pena estudiar”; que, si es posible, lo que se debe hacer es tratar de engancharse a un partido político; o, conseguirse un buen padrino dentro del mismo; que el resto viene por añadidura: procurar una buena botella, con un jugoso salario, y de inmediato subirse al tren de la corrupción estatal permitida, para buscársela bien.
Lamentable, pero esa es la cruda realidad local. Se aduce que, lo que no estén dispuestos a eso, solo les queda el camino de dejarles la “finca estatal” a todos estos políticos corruptos y antinacionalistas; como, a aquellos que tiempos atrás pudieron organizar sus vidas económicamente, de manera honrada, y que ya el futuro del país poco les importa, por las tantas circunstancias adversas que se tienen en el presente. ¡Lo hicieron cuando se podía!
También, a los descerebrados que fácil se dejan embaucar por los representantes máximos de los poderes regentes, para seguir viviendo de ellos; y, que continúen tributando con las gravosas cargas impositivas que se disponen, para cobertura de todos los caprichos y las corruptelas estatales de estilo.
Lo más doloroso del caso es que, cuando esos muchachos se explayan, externando las reflexiones señaladas, no hay muchos argumentos para rebatirles, decirles lo contrario; hacerles cambiar de opinión; pedirles que permanezcan en la Tierra que les vio nacer. Pues, “¡el querer tapar el sol con un dedo, es imposible!”; lo tienen todo ante sus ojos.
Autor: Rolando Fernández
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