Santo Domingo RD.- Durante la Segunda Guerra Mundial, en medio del horror nazi, una mujer polaca, Irena Sendler, se atrevió a desafiar la muerte.
Con apenas 30 años, esta trabajadora social entraba al gueto de Varsovia, oficialmente para “controlar epidemias”. Pero su verdadera misión era otra: salvar a los niños judíos.
Con ingenio y un corazón inmenso, escondía a los pequeños en sacos, cajas, ambulancias o incluso bajo tierra. Rescató a más de 2.500 niños, dándoles nuevas identidades y hogares temporales.
Pero no quería que olvidaran quiénes eran: escribía sus nombres reales en trozos de papel y los enterraba en frascos bajo un manzano.
Un día, la Gestapo la arrestó. La torturaron brutalmente. Le rompieron los pies y las piernas. Pero Irena nunca reveló nada.
Condenada a muerte, fue salvada en el último momento por la Resistencia.
Vivió el resto de su vida en silencio, sin buscar reconocimiento. Murió en 2008, con 98 años, dejando un legado de coraje y compasión que el mundo jamás debe olvidar.
Irena no llevaba capa, pero fue una verdadera heroína.