Fauntly Garrido
¿Soñaba Duarte con la República de Jefferson y Locke o con la de Leonel, Hipólito y Danilo?
El sábado 26 de enero de este año 2013 celebramos el Bicentenario del Patricio, por lo tanto debemos reflexionar sobre lo que hemos logrado como consecuencia de su ideario y su sacrificio. Duarte conoció el empuje libertario de Locke, la concepción de la separación definitiva entre la Iglesia y el Estado. La percepción de que los seres humanos nacemos con el egoísmo de quien quiere proteger lo que tiene, su espacio, su tierra, su país. Del que se forja sus creencias y actitudes a la luz de las experiencias sensoriales que va manejando a lo largo de su vida.
Duarte conoció el éxito de la Revolución Francesa y la Revolución Norteamericana. El ideario de Jefferson de que todos los hombres nacen con derechos inalienables como lo son el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. De que el Estado sólo puede existir si es para garantizar a sus conciudadanos estos derechos fundamentales, así como proporcionar los medios para que todos puedan tener igual oportunidad de prosperar sin distinción de etnia, religión o raza.
Sobre todo Duarte conoció y creía en la percepción de estos pensadores libertarios de que las revoluciones no son sólo un derecho de los pueblos, sino en la mayoría de los casos, una necesidad.
¿Qué pensaría Duarte al ver que nuestro Estado sigue siendo un nido de malandrines donde sólo el poder de las relaciones y el dinero le garantizan al ciudadano el acceso a los bienes y servicios de la colectividad? Donde nuestra Justicia es tan débil que al igual que en los tiempos de la Colonia requiere la presencia de alguien de la "realeza" de esta partidocracia que se ha enquistado en nuestro suelo para su funcionamiento.
Cómo explicarle que su aspiración de una nación "justa" que garantizase la felicidad de sus integrantes sólo se puede construir a través de instituciones públicas funcionales, empáticas y ordenadas. Lo que tenemos hoy en día es una construcción de un Estado dilapidador de nuestras riquezas, excluyente y promotor de la enajenación y la apatía hacia el sacrificio colectivo.
El ser Dominicano nació de Duarte y es hoy en día una realidad irrefutable. Nos queda aún la construcción de un Estado como el que él soñó y Santana le arrebató.