Mirtha Guerrero Piña
Rosas blancas mis hermanos negros
Entre las noticias de mayor impacto y, que les ha puesto el rostro de indolente a los últimos 20 años de los gobierno dominicanos, ha sido las protestas de los ex trabajadores hombres y mujeres que entregaron su juventud en los inhóspito campos de cañas, mas parecían a los campos de concentración Nazi, que a un lugar de trabajo.
Estos trabajadores entregaron sus vidas a cambio de una miseria del presente y del su futuro, para ser cañeros tenían que trabajar desde las cinco de las mañanas hasta la puesta del sol, trabajos que casi nunca fue realizado por los dominicanos, por su bajo salario y las condiciones infrahumana en que los realizaban.
A cualquier personas que tenga un mínimo de conocimientos de quienes fueron los picadores de cañas cuarenta o cincuenta años atrás en la Republica Dominicana, tienen sentir vergüenza por las condiciones por la que están pasando actualmente los excañeros sin que el Estado les devuelva el derecho a recuperar lo que les pertenece, una pensión digna como fruto de sus largas horas de trabajo.
Estas personas cuya valentía los reunió y los indujo hasta la protesta son seres humanos cuyas vidas les han hecho literalmente igual como los ingenios les hacían a las cañas que ellos cortaban, después de exprimirlos, los han votados como bagazos que sirve de comidas a los animales para luego convertirlos en estiercos.
Los políticos de esté gobierno deben aprender de los errores cometidos por los de la oposición, tener mucho cuidado a quien pisan cuando suben, porque al bajar se pueden encontrar cara a cara con sus victimas.
Para que se pueda hacer conciencia sobre los derechos y necesidad de los ancianos que por años reclaman una miserable pensión para vivir sus últimos años hay que remontarse a muchos años de discriminación en contra de los trabajadores del campo, no solo de los de la caña que si han sido los más afectados, no aquellos que durante años han trabajado para los terratenientes y luego en su vejes los dejan sin protección.
Los braceros regularmente en los ingenios del este eran hombres y mujeres que los traían desde Haití, para realizar solo esa labor y, pasaban todo el día trabando en los campos de cañas, para que a la cinco de la tarde un capataz les diera un bale o un recibo solo serbia para cambiarlos en una bodega del batey donde no había mas de siete a ocho producto comestible y, la mejor acompañante a la harinas (de maíz o de trigo) era la famosa picapica, que costaba seis centavos, parece comerlas ahora sigue siendo un privilegio para ellos.
Recuerdo esos años de infancia juntos a otros niños haitianos y dominicanos, entre niños no había fronteras, viví en varios bateyes de Sam Pedro de Macorís, y lo que son de allá saben donde queda San Felipe, La Tumba, Monte Cristi, La Meliá, bueno son muchos que conocí por que eran los lugares donde solíamos mi padres y yo salir de paseo en los tiempos libres.
Esto no quiere decir de ningún modo que este de acuerdo con la emigración indiscriminada que se ha producido en los últimos tiempos desde Haití que han abusado de la benevolencia del dominicano para invadirles su territorio, causado ciertos males a la sociedad.
Estoy plenamente de acuerdo que los dominicanos debemos mantener nuestra soberanía limpia de cualquier invasión por pacifica que sea, de manera ilegal venga de donde venga.