Jackson Pichardo
PRD, PLD, entre la algarabía y la irracionalidad
Ha sido bastante evidente en el paso de los últimos años el dominio cuasi absoluto que han ejercido estos partidos en el escenario político dominicano.
Estos son dos almas gemelas que nacieron en una misma cuna, y los fines para los cuales fueron engendrados quedaron tan atrás que hoy se los traga el olvido. La sociedad dominicana de hoy, esa masa tan maravillosamente amorfa, ha terminado convirtiéndose en un modelo trazado y modelado por estas entidades, las cuales parecerían gozar de un influjo superior sobre estas.
Estas dos organizaciones son un reflejo tan fiel de lo que vemos en el día a día, que parecería imposible imaginarse un escenario político hipotético, donde no estén representadas estas importantes fuerzas. La costumbre del tigueraje, la corrupción administrativa, el nepotismo, las sinecuras, botellas, desfalcos, zancadillas y serruchaderas de palo entre compañeros, falsas promesas materiales hacia la población, no son más que algunas de las cuentas de un largo rosario, del cual hemos tenido como legado una democracia carnavalesca, donde cada colectividad expone sus miserias al escrutinio público, sin exhibir ningún pudor.
No cabe duda de que el liderazgo político dominicano tiene una gran confianza en la incapacidad de reacción del pueblo dominicano ante sus insanas prácticas. Muchos de ellos están convencidos de que el pueblo, en su incredulidad colectiva seguirá caminando indiferente otros sesenta años, sin importar los derroteros que siga transitando el país.
Esta clase política y su antiguo némesis ,el extinto Dr. Balaguer han sido exitosos en su tarea de construir un país de relumbrón ,un país que le permita anquilosarse en el poder de forma indefinida, con grandes obras viales ,aunque sin una educación de calidad,( El hecho de que tengamos un alto por ciento de analfabetos funcionales es un testimonio fiel de esto ), un país lleno de electrodomésticos de todo tipo, pero sin energía eléctrica para usarlos adecuadamente , un país lleno de modernos centros de salud privados , pero con hospitales donde no aparece ni gasas ni jeringuillas, si el paciente no las compra, un país donde una posición económica solida permite torcer o evadir la justicia a favor del potentado.
A pesar de todo, individualmente pareceríamos estar felices , sea como un acto de negación o de escape ante una realidad que parece irreversible o una forma de aceptar los hechos consumados y esto es lo que les da la luz verde a nuestros modernos patricios para que continúen bailando frenéticamente la danza desvergonzada de la corrupción, bailando en jolgorio y jocundia, felices de ser salpicados por el licor de sus excesos.
El pacto de Miguel–Leonel, le pone un broche de oro a esta fiesta malévola y abre un nuevo espacio en la política dominicana, en parte porque queda definitivamente sepultado en el escenario político el partido reformista, en parte porque los que firmaron la sibilina propuesta buscan con esta sacar de circulación a sus adversarios internos más inmediatos, para así tratar de reeditar el caudillismo mesiánico al mejor estilo de Balaguer, Bosch, Peña Gómez.
Sentémonos a esperar si plátano maduro vuelve a verde.
Jackson Pichardo es activista social.