Orlando Gil
ORLANDO DICE... La Iglesia y su observación a corrupción, el caso se agrava
SIN TEMOR.- La Iglesia hizo su pronunciamiento en conmemoración del Día Internacional contra la Corrupción, pero igual en medio de una campaña electoral, que aunque no declarada oficialmente, condiciona el actual debate de temas importancia. Las consideraciones que vierte en su documento podrían venir como anillo al dedo a los sectores que luchan contra un flagelo que parece imposible de vencer, pero la Conferencia del Episcopado Dominicano generaliza, amplia, y el fenómeno no solo involucra al Estado, sino también al sector privado. Hay corruptos, pero igual corruptores, y en esos negocios al margen de la moral se dan la mano y sacan provecho. Los obispos dicen lo que todo el mundo sabe, ve y padece, solo que no se asume con sinceridad, y cada cual juega a la culpabilidad del otro. Si ese colectivo religioso lleva 40 años observando y enmendando, y la cuestión se agrava, los prelados son los primeros que deben reconocer lo difícil de erradicar el mal. Si la majestad de la Iglesia no es suficiente ¿qué esperar de instituciones débiles y del poco respeto que infunde la ley. Si no se teme a Dios ¿por qué habría que temer a los hombres?...
TODO CINISMO.- No tengo la menor duda de que la reacción de los políticos será de conformidad con los obispos, y como si la declaración solo se refiriera a los otros. En particular al gobierno. Lo mismo de siempre. Las cartas, mensajes, notas de la Iglesia no pasan de ser la anécdota del día, y quizás de una semana. Una noticia que se sepulta sola o que se deja llevar por la dinámica de hechos posteriores. Ayer se daba cuenta de que Félix Bautista fue incluido por Transparencia Internacional en un concurso, algo así como Mister Universo de la corrupción, y que eran muchas las posibilidades de que obtuviera ese trofeo indigno. Fue postulado por Participación Ciudadana, una entidad que antes se dedicaba a la observación electoral, pero que ahora se ocupa de cuidar el orden moral de la sociedad. Hasta el momento no tiene logros que presentar, su consistencia deja que desear, pues un día apoya al Procurador General de la República, una instancia de lucha, y al siguiente lo descalifica. Habrá que esperar, y sobre todo ver, si su candidato se impone a los demás y esta isla, o esta media isla, alcanza el dudoso mérito de tener al hombre más corrupto del mundo...
DERECHITA, DERECHITA.- La corrupción camina derechita en los sectores público y privado, aunque se disimule en el segundo y se resalte en el primero. Y camina derechita porque no siente vergüenza y nada ni nadie obstaculiza su paso. La Iglesia lleva, según confesión propia, cuarenta años predicando en su contra y las autoridades toda la vida combatiéndola, sin resultados reales o aparentes. No podía ser de otro modo si este mal lo permea todo, y los escándalos se suceden con policías, fiscales y jueces con una frecuencia inaudita. Todavía no se cierran los casos de jueces renunciantes y suspendidos cuando se revela que un fiscal adjunto del Distrito Nacional recibió un pago en dólares para librar de los efectos de la justicia a uno de los imputados en la quiebra de un banco. La justicia no habrá colapsado, como dijera Finjus, pero no puede alegarse en su favor que esté en su mejor momento. Cuando ninguna instancia (policía, fiscal, juez) es confiable, no puede decirse que Jesús se perdió y fue hallado en el temploÖ
¿QUIÉN A QUIÉN? .- En la lucha contra la corrupción no puede hablarse de fracaso, pues para que hubiera fracaso debió haber existido un designio superior y un empeño mayor. Ni una cosa ni la otra. No ha habido dos bandos, como hace suponer la lógica, sino que los malos se confunden entre sí, aunque sean diferentes sus roles, y al ser iguales en comportamiento y fines, no se pueden distinguir. Incluso, conviene preguntarse ¿quién daña a quién? Hubo una época en que el policía actuaba por su cuenta, y el fiscal acogía la investigación, y las fallas del expediente se cargaban al agente. La institución era auxiliar de la justicia, aunque en la práctica el orden se daba al revés. Ahora no. El fiscal es jefe, y el policía su subalterno. El resultado, sin embargo, es el mismo, como pudo comprobarse en el caso de la droga incautada y distribuida a partes iguales entre policías y fiscales. No se profundizó mucho en el hecho, o por lo menos no se informó adecuadamente a la opinión pública, para saber cuáles de los dos, policías y fiscales, compraron el silencio de los otros...