Para dar un salto cualitativo hacia el poder las mujeres deben olvidarse del camino corto de las cuotas de género, reinventar sus maneras de ejercer la política y enfocarse en hacer realidad un mundo en el que las oportunidades trascienden los géneros.
En noviembre pasado salió “Mi Historia”, las memorias de Michelle Obama. Entre remembranzas de su niñez en Chicago, los años en la Universidad de Princeton, su trabajo como abogada y la forma en que se enamoró de Barack Obama, Michelle cuenta cómo vivió la trayectoria de su marido desde la candidatura fallida a un puesto en el congreso estatal de Illinois hasta el dia en que se retiraba de la Casa Blanca para dar paso a la familia Trump.
Más allá de las anécdotas contenidas en el libro, unas adorables como cuando su hija mayor, Malia, en el fragor de la precampaña de 2008, cada vez que participaba en una concentración multitudinaria preguntaba que si ya su papá había sido electo presidente, otras delicadas sobre dos atentados contra la familia Obama que nunca trascendieron a los medios, llama la atención su abordaje acerca de la alta exigencia a las mujeres que participan en política, quienes comúnmente son juzgadas no tanto por sus ideas como por la vestimenta, el lenguaje no verbal o hasta el peinado.
Precisamente, en el capítulo 17 revela los detalles de la crisis surgida en la campaña de 2008, cuando un discurso de Michelle fue tergiversado, obligando a sus estrategas a delinear un nuevo rol para ella. ¨Me sentía agotada por la mezquindad y confusa por el tono personal que había adquirido todo, y tenía la sensación de que no había escapatoria…La manera más fácil de despreciar la voz de una mujer es presentarla como una gruñona.¨
Expresa la ex Primera Dama en el libro. Ese es un punto sobre el cual debemos reflexionar. Históricamente, las mujeres con vocación de liderazgo ceden a la tentación de masculinizar su perfil, empeñandose en difuminar sus características más femeninas por temor a no ser tomadas en serio como opción de poder. Si quieren tener un rol trascendente en la escena del poder, las mujeres deben desprenderse de una cuota de género que en el fondo las relega y cierra sus oportunidades.
Craso error. Si las mujeres ocultan sus virtudes diferenciadoras, tendrán cada vez más lejos ocupar los espacios que les corresponden no por cantidad, sino por méritos y aptitudes. Las mujeres deben atreverse a construir liderazgos conectados con las aspiraciones de su género, proponer soluciones audaces a la exclusión social, la irrelevancia económica y la marginación política obstáculos que les impiden prosperar con dignidad. Si quieren tener un rol trascendente en la escena del poder, las mujeres deben desprenderse de una cuota de género que en el fondo las relega y cierra sus oportunidades.
En las páginas finales de su libro, Michelle Obama se refiere al deseo de muchos estadounidenses de tenerla de vuelta en la Casa Blanca, no ya como FLOTUS, sino como POTUS, al respecto escribe: ¨Puesto que mucha gente me lo pregunta, lo dire aqui sin rodeos: no tengo la menor intención de presentarme a un cargo público, nunca.
Jamás he sido aficionada a la política, y mi experiencia en los últimos diez años ha contribuido poco a cambiar eso…Creo que, en el mejor de los casos, la política puede ser un medio para conseguir cambios positivos, pero sencillamente no estoy hecha para luchar en esa arena.¨ Al parecer, para Michelle Obama como para muchas mujeres, la crudeza de los medios de la política absorbe las energías disponibles para alcanzar sus nobles fines. Para dar un salto cualitativo hacia el poder las mujeres deben olvidarse del camino corto de las cuotas de género, reinventar sus maneras de ejercer la política y enfocarse en hacer realidad un mundo en el que las oportunidades trascienden los géneros.
El autor es Secretario de Educación del Partido Revolucionario Dominicano.