El golpe de Estado al profesor Juan Bosch dio paso a un fraccionamiento de las Fuerzas Armadas. En ese momento era imperceptible para la población, pero ya existía. A poco más de un año y cinco meses la división de los militares y la lucha popular parieron a la guerra civil del 1965.
Las fuerzas armadas que navegaron en la aventura golpista eran los soldados de Trujillo. A raíz del ajusticiamiento del tirano no hubo purga en los institutos armados, y la élite siguió siendo la oficialidad joven. Esos militares fueron el corazón de la revolución, encabezados por Fernández Domínguez y Francis Caamaño.
Luego del golpe de Estado la correlación de fuerzas no era propicia para iniciar una acción foquista. El país aunque impotente, rechazaba el golpe de Estado y desde el primer día prendió la consigna de que había que retornar al gobierno constitucional.
La expedición guerrillera de Manolo Tavarez Justo fue una respuesta al golpeo de los militares, un hecho histórico que debe ser reverenciado, los que cayeron constituyen fieles seguidores y continuadores de la raza inmortal del Movimiento de Libración Dominicana del 59, pero la crítica y la revisión de una línea política tiene que hacerse con el rigor histórico.
Para endiosar a las figuras políticas, también hay que ir a sus debilidades, a su falta de visión para emprender el mejor camino de lucha. En la República Dominicana del 63 no había las mínimas condiciones para que subsistiera un movimiento guerrillero rural. Militarmente los expedicionarios del 59 fracasaron. Su heroísmo se convirtió en un ejemplo nacional, pero el observador sin pasión tiene que aplicar el bisturí para sacar lo bueno y lo malo de un accionar político.
No entrar a una tarea de crítica profunda del fracaso de la expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo fue un error. El fracaso es seguro cuando en política se levantan mitos y no se ven realidades. De haberse hecho un estudio sobre las pésimas condiciones que tenía el país para la subsistencia de un movimiento guerrillero rural, nadie se hubiera puesto el uniforme y marchado a las empinadas montañas de Quisqueya.
A Manolo le faltó la investigación política a fondo para darse cuenta del fraccionamiento que comenzaba entre los segmentos militares. De profundizarse esa lucha se llegaría a una mancomunión de militares y civiles reclamando la constitucionalidad perdida.
Irse a las montañas a un suicidio político demostró falta de visión y debilidades impropias de un líder. Poco más de un año y cuatro meses después, ese Catorce de Junio es uno de los principales actores de la revolución, peleando codo a codo con los militares constitucionalistas contra fuerzas locales y los intervencionistas norteamericanos.
Los procesos históricos tienen que ser auscultado con rigor de objetividad, sin temores, sin miedos y sin endiosamientos. Manolo Tavarez Justo fue el principal líder de la juventud dominicana en el siglo XX. Luchador contra la dictadura de Trujillo, fue crítico del gobierno del profesor Juan Bosch, pero tomó las armas cuando ocurre el golpe de Estado.
Los héroes fueron hombres de carne y hueso, con sus debilidades y sus grandezas. Para ser humano hay que saber levantarse de las flaquezas. Los errores en la lucha armada terminan con la vida. Hoy hay otros tiempos, otras corrientes, pero se mantiene vivo el ideal de los que cayeron en las montañas de Quisqueya. Es permanente el grito de libertad o muerte. ¡Ay!, se me acabó la tinta.