Ismael Reyes
¿Y si cambiamos todas las reglas del juego?
El baloncesto tiene en Michael Jordan a una de sus grandes glorias de todos los tiempos. Todos celebramos sus proezas y su estilismo, sus condiciones, arte y talento de gran encestador. Es una lástima que el tiempo haya hecho sus estragos y lo obligara al retiro. Pero, ¿y si cambiamos las reglas del baloncesto para tener a Jordan por más tiempo? Digamos, por ejemplo, imponer un ritmo de juego más lento y adaptado a la edad del astro retirado.
Juan Marichal y Pedro Martínez, también hicieron historia en el béisbol de Grandes Ligas. Ambos son inmortales del Salón de la Fama en las ligas mayores. Es lamentable que los efectos imperdonables del tiempo nos impidieran seguir disfrutando de su velocidad, repertorio de lanzamientos y la maestría de sus picheos. Pero, ¿y si cambiamos las reglas del béisbol para volverlos a tener en el montículo? Digamos, por ejemplo, adaptar los jugadores y todo el juego a la edad de ellos o ampliar hacia arriba y abajo la zona de strike, de tal forma que hasta con un envío por el suelo puedan ponchar.
Miles de amantes del futbol todavía no aceptan que Diego Armando Maradona esté fuera del campo, sus hazañas en el terreno todavía son añoradas. Es una pena que el futbolista considerado como el mejor de la historia y el mejor jugador de la historia de los mundiales, hoy esté fuera del futbol. Pero, ¿y si alteramos las reglas del futbol para prolongar la excelencia de su carrera? Pongamos, por ejemplo, cambiar la forma, el estilo y el ritmo futbolísticos para tener por más ratos a Maradona.
Y volviendo al béisbol, ahí tenemos al extraordinario toletero Sammy Sosa y su lucha épica por el liderato de cuadrangulares y el duelo por romper el record de todos los tiempos de más jonrones en una temporada que sostuvo con Mark McGwire. Los palos largos de ambos que nos hicieron vibrar de emoción se fueron con su retiro. Pero, ¿y si modificamos las reglas del béisbol para tenerlos de nuevo? Pongamos, por ejemplo, jugar con una pelota más grande para que la puedan ver mejor a su edad, y que, además, rebote más para que la puedan sacar de cuadrangular.
Saliéndonos de la pelota para meternos en el boxeo, quién no recuerda las furiosas acometidas con sus puños de Roberto “Mano de Piedra” Durán, con la que derribaba a sus oponentes. ¿Y a Julio César Chávez, de quien se ha dicho que es el mejor boxeador que ha dado Latinoamérica? Ambos tampoco están activos en el ring desde hace ya bastante tiempo. Pero, ¿y si hubiéramos transformados las reglas del boxeo, no los habríamos gozados por más tiempo? Pongamos, por ejemplo, que se aceptara el llenar de plomo sus guantes para que pusieran fuera de combate a sus contrincantes.
También sería una pena para la gran afición futbolística que Lionel Messi y Ronaldo, hoy tan populares y tan emocionantes, los tuviéramos que perder como jugadores por culpa de la edad o alguna lesión que merme sus capacidades. Pero, ¿y si cambiamos las reglas del futbol para extender su tiempo en el campo de juego? Pongamos, por ejemplo, proporcionarle un balón supersónico para que nos sigan regalando sus asombrosos goles.
Los dominicanos ovacionamos orgullosos a Félix Sánchez por otorgarnos nuestra primera medalla de oro mundialista en atletismo y luego la segunda. Hoy asistimos a la postrimería de su exitosa carrera olímpica, y con un dejo de tristeza, podríamos preguntarnos: Pero, ¿y si cambiamos las reglas del atletismo para tener Félix Sánchez por muchos ratos? Pongamos, por ejemplo, hacer más corta la carrera de saltos de obstáculos, y reducir la misma barrera de saltos o permitirle que salga “alante”.
Este cambio de reglas de juego que podríamos solicitar en los deportes de rendimiento y poder físicos, también podríamos hacerlo extensivo al juego ciencia, el ajedrez, para que los grandes maestros y estrategas lo sigan siendo por más tiempo.
Al llegar hasta aquí en la lectura, muchos lectores se cuestionarán la racionalidad y verosimilitud de estos planteamientos en el campo deportivo y lo verán como un ejercicio absurdo de la vagancia imaginativa. Pero lo he hecho con el propósito de que se comprenda que cuando las reglas de un juego, de la vida, de una nación, y de la política en particular, se cambian caprichosamente se convierten en puro relajo y a todo el mundo le resulta chocante e inaceptable.
Así como no se acepta el cambio antojadizo de reglas en los deportes para que no se pierda la seriedad de los mismos, tampoco una nación puede aceptar que se cambie su constitución para adaptarla a la ambición de permanencia en el poder de un hombre que aceptó jugar con las reglas del juego encontradas.
Ya de por sí la decisión de sacar adelante la reelección por la vía de la modificación constitucional esta rompiendo la unidad del propio Partido de la Liberación Dominicana. Lo razonable es oponerse a los cambios legislativos continuos ya que la gente no puede depositar su confianza y su destino en dirigentes que modifican constantemente las reglas del juego para satisfacer sus particulares intereses.
Quienes azuzan al presidente a motorizar la reelección por la vía que sea, en fondo lo que buscan es reelegirse ellos mismos como grupo económico en proceso de acumulación para nivelarse con el otro grupo que le precedió en el usufructo del poder. Su objetivo es reelegirse en sus cargos y de paso reelegir la continuidad de los males presentes que no han podido resolver.