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Benedicto Grau

El Sicariato mediático, un crimen moral

En las décadas nos ha hecho cuasi familiar escuchar, pronunciar o leer sobre una de las herramientas más cobardes y aberrantes, de antaño es utilizada por el “bajo mundo”, como forma de acallar, amedrentar, encubrir, chantajear y extorsionar a personas involucradas en el submundo del lavado y el narcotráfico. Me refiero al sicariato.

Sicarii, del latín sicarium, que usa puñal o daga, asesino por contrato o encargo. Es una figura conocida desde la antigüedad en el derecho romano, la que incluso sirvió para regular la condena penal por la particular crueldad con que se conducían los asesinos de la época.

Consultando la enciclopedia virtual Wikipedia, pude enterarme de que a diferencia de los tradicionales asesinatos, en el sicariato la manera de hacer el “trabajo” dependerá de la situación, planteándose entonces la escogencia del escenario adecuado al de la(s) victima(s). De ahí que existan tres modalidades: el Sicariato Público, el Limpio y el Disfrazado.

Las tres modalidades, pienso, tendrían su modus operandis. Confieso que no puedo ahondar en el tema porque soy un desconocedor de la materia.

Pero si he advertido, que aunque la misma se origina a millares de kilómetros de nuestra patria insular, para estar a tono con los tiempos, la misma se ha aposentado entre nosotros como parte de nuestro sincretismo socio cultural, pero pariendo una modalidad como aporte al acerbo gramatical castellano: la modalidad mediática.

Así es. Antiguamente al sicario se lo relacionaba con el asesinato de personas importantes de la época. Opera solo y a veces trabaja en equipo, por encargo o por mutus propio cuando son producto del engendro patológico.

Las causas o motivos que originan esta macabra acción varían. Unos para sacar al contrario de competencia en el mundo político o empresarial, otros por deudas económicas, por infidelidades de parejas, por incumplimientos contractuales, por tumbes, estafas, delaciones, extorciones, desaparición de pruebas documentales o testimoniales, ocultamientos, traición, y un gran etcétera de inconductas humanas, hijas de los llamados “monstruos del id” incubados en nuestros orígenes primigenios del reino animal.

Indudablemente que el sicariato tradicional opera estrechamente ligado al lavado, el narcotráfico y al crimen organizado nacional y transnacional, en el que están involucrados importantes estamentos de la sociedad, conforme es revelado en los medios de comunicación.

Ahora bien. En la modalidad del sicariato mediático puesta en boga en el postmodernismo de nuestros tiempos, fundamentalmente prima el interés meramente mercurial (RD$), con sus derivaciones de chantaje, presión psicológica, fusilamiento ético-moral, arrinconamiento, extorsión, difamación e injuria, falsedades, y otras tantas derivaciones presentes en mentes inferiores.

A diferencia de aquellos tiempos en que el sicario rendía su “servicio de sangre” pura y simple, los actores del sicariato mediático cuentan en nuestros días con recursos tecnológicos inconmensurables, potencializados por una avenida cibernética, atreves de la cual cautivan millares de personas en el planeta, y a quienes hacen conocedores de sus impúdicos propósitos.

Otro recurso no menos invasivo, pero de mayor impacto por la masificación de sus usuarios lo constituyen la radio y la televisión. Es aquí donde realmente se dan banquete los sicarios de marras, porque el teleradioespectador puede también disfrutar de las tonalidades, modulaciones y gesticulaciones de sus rostros y palabras, para lo cual utilizan la teatralidad y la simulación.

Es lo que vemos a diario en nuestro país. “Analistas y hacedores de opiniones”, en ocasiones apandillados, constituidos en verdaderos sicarios mediáticos, se erigen como los paladines de la verdad absoluta y sin el menor escrúpulo fusilan nombres y familias honorables, hombres y mujeres de trabajo y de bien, cuyos éxitos quitan la tranquilidad y el sueño de algunos o de muchos.

Este no tiene miramientos si es compañero, socio, aliado, auspiciador, sustentador, empresario, funcionario público o privado, militar o político, alcalde, cantante, gay o heterosexual.

Repito. Todo esto tiene un propósito fundamental, extorsionar y chantajear para obtener una recompensa económica, “dinero contante y sonante”.

Lo preocupante de todo esto es que, autoridades, empresarios, políticos, legisladores, jueces y fiscales, periodistas y comunicadores, conductores y productores de programas, propietarios, socios, colegas, al parecer no se dan cuenta de lo entronizado que esta el sicariato mediático en los medios de comunicación del país.

De seguir este derrotero, la modalidad del sicariato mediático desplazará al lavado de activos producto del narcotráfico, como mecanismo para conseguir dinero fácil, con el agravante de que con este no se usa el gatillo detonador de la bala o proyectil que acaba con una vida, sino que acabará con el sentimiento y la tranquilidad de familias, producirá odio, venganzas, amarguras, distanciamiento de afectos, resentimientos, tráumas y frustraciones, y a seres cada vez más enfermos y enajenados, violentando el más elemental de todos los mandamientos: amaos los unos a los otros…, olvidando la sentencia bíblica que reza…con la misma vara que mides te medirán..

Es materia pendiente legislar sobre el sicariato y sus modalidades. Manos a la obra. Y haréis justicia!


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