(primera Parte)
“Aun hay fuerza y por consiguiente esperanza donde se ven arranques violentos, pero…. cuando se apaga todo movimiento, cuando no hay pulso, cuando el frió ha llegado al corazón…. ¿Qué esperar entonces, sino una próxima e inevitable disolución?”. (Lamennais)
Cada día, al despertar y elevar nuestros pensamientos al Altísimo para dar gracias por un nuevo día, por otra oportunidad de caminar por esta aula de aprendizaje que es la Tierra, intentamos tomarnos unos minutos para la meditación, antes de avocarnos al corre-corre en que, generalmente, se vuelven nuestros días.
En los últimos tiempos, un tema ha sido prevalente en esas meditaciones.
Si bien es cierto que el desaliento es el aliento del diablo, que inmoviliza a quien se lo permite y no le deja elevarse por sobre sus limitaciones y dificultades, no permitiéndole desarrollar las potencialidades y talentos con que ha sido dotado por el Arquitecto de la Perfección, no es menos cierto que, la indiferencia, la cual se define como “el estado de ánimo que se caracteriza por la falta de atracción o rechazo por las cosas”, ese estado de ánimo que se percibe como neutro, ni positivo ni negativo, ni bueno ni malo, es… un lujo afectivo… porque el indiferente no sufre con el sufrimiento de los demás… así como no sufre, tampoco ríe, se sorprende, grita, llora… No obstante, la indiferencia es casi una condición generalizada.
En un mundo en el que casi todos se enamoran cada vez más de sí mismo, los indiferentes viven en un mundo que han creado para sí, donde habitan sólo ellos, porque sólo importan ellos, nadie más. Indiferencia, … tóxica y despiadada la indiferencia.
Creo que existen distintos modos de indiferencia: se puede ser indiferente por convicción; o ser indiferente por pereza. El indiferente, por convicción, no se compromete con nada, ni con nadie. Vive aislado en su mundo que lo separa de los demás y los impulsa a no tomar ningún compromiso.
El que lo es por pereza, fingir no ver. Ignora deliberadamente las inmensas muchedumbres de mendigos, sin techo, sin cuidados médicos y, sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor. La indiferencia……apatía sólo superada por el egoísmo la indiferencia..
Cuál de los dos es peor?. No me atrevería a juzgar, pero sí puedo asegurar que, la indiferencia, si no es el mayor, es uno de los mayores pecados contra la humanidad. Ya que, cuando tengamos que responder a los reclamos de dónde estuvimos y qué hicimos, cuando nuestros hermanos y hermanas vivían en la mayor vulnerabilidad y desesperanza y morían por las precariedades, carencias e injusticias, no tendremos justificación alguna. La indigencia….pecado mortal la indiferencia.
Estamos asistiendo, en este tiempo, en nuestra República Dominicana y en el mundo, a un fenómeno con carácter de flagelo: la indiferencia. No es un fenómeno nuevo que se produce en este tiempo, aunque se ve acentuado como producto de la falta de caridad y amor, que como plaga silente parecería que se está adueñando de la gente, de los líderes en todos los órdenes, de los políticos, de la familia, del alma toda de la sociedad!.
La Indiferencia… veneno cruel la indiferencia. Ya no nos mata el desamor. No, que va!... que nadie se muere de amor o de olvido!. Ya no nos matan las bombas o los cañones, ni el veneno de la traición, lo que nos está matando, amigos, amigas mías, es…. la indiferencia.
Como diría el cantor de la nostalgia y la ternura, Alejandro Dumas, en La Dama de las Camelias,……
“Compadecemos al ciego que nunca ha visto la luz del día, al sordo que nunca ha oído los acordes de la naturaleza, al mudo que nunca ha podido expresar la voz de su alma, y, so pretexto de un falso pudor, no queremos compadecer esa ceguera del corazón, esa sordera del alma, esa mudez de la conciencia, que enloquecen a la desgraciada afligida y sin querer la hacen incapaz de ver el bien, de oír al Señor y de hablar la lengua pura del amor y de la fe”. (Nery es un ser humano, nada más, nada menos...
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