Jackson Pichardo
Camino al barranco
La Republica Dominicana se encuentra imbuida en medio de una campaña electoral, la cual se desarrolla en medio de descalificaciones mutuas entre los candidatos con mayores opciones a acceder al palacio nacional el año entrante.
Tanto el PRD como el PLD, tienen una amplia red de comunicadores, periodistas, futurólogos, medios de comunicación, élites empresariales, que se encargan de pregonar y o prometer a los cuatros vientos sobre las bondades y perjuicios que resultarían de votar por cualquiera de los dos principales candidatos a la presidencia.
Mientras esto sucede noticias insólitas estallan como burbujas de pus, en medio de la perplejidad colectiva, sucesos como el desmantelamiento y robo de los soportes de metal de un transitado puente, con el fin de venderlo a una metalera, así como el sabotaje a una torre de transmisión eléctrica con el mismo fin del hecho anterior, son cosas que nos deben llevar a la reflexión sobre los niveles de degradación en que ha caído la sociedad dominicana.
En la República Dominicana de hoy lo más importante es el dinero y mientras mayor sea la cantidad más prestigio atrae, sin importar los orígenes de los fondos, lo importante es que el dinero tapa defectos, fabrica reputaciones, embellece a quien lo posee.
Los políticos dominicanos han sido los artífices del estado de degradación existente, ya que no pudiendo justificar sus meteóricas fortunas, se han dedicado al juego de la papa caliente, como una forma de reflejar en sus adversarios políticos sus propias taras morales y su incapacidad para administrar con pulcritud los recursos del estado.
Hoy vemos en ese espejo a la dirigencia del PLD, partido que se comporta como un PRD cualquiera, tanto en su desorganización, como en su falta de escrúpulos a la hora de ejercer el poder, corrompiendo todo lo que se cruza a su paso y sembrando de incertidumbre al futuro de los dominicanos.
Ni el PRD, ni el PLD, y ningún partido político de la República Dominicana, tiene respuestas tangibles a los grandes problemas que afectan a los dominicanos, la única cosa que están haciendo es dar empleo y ocupación a una fracción de las masas, una fracción política clientelar que se está alternando en el poder, y usa el estado para su disfrute personal, haciendo esto que la politiquería impera sobre lo que debería ser la verdadera política.
La situación caótica de inseguridad y de pobreza tiende a profundizarse más, y lo que se avizora en el horizonte no es nada bueno, porque cuando los políticos rehúyen a sus responsabilidades de gobernar para el bien común, se abren las brechas de la anarquía y del estado original de los hombres que nos mencionaba Thomas Hobbes, donde reina la ley de la selva y cada cual hace lo que le viene en ganas, llevando los vestigios de sociedad que aún tenemos, a un barranco sin fondo.