Se tienen a todos los niveles en el país. No hay distingo respecto de tal proclividad, entre profesionales, empresarios, sindicalistas, incluso, obreros que visten bien, etc. como tampoco en cuanto a la organizacional se refiere.
El asunto es buscarse lo de ellos. Todos siempre andan detrás de lo mismo: la jugosa “carnada” estatal, para devorarla sin piedad alguna, al margen de todo reparo cognitivo aparente, importándole los perjuicios en contra de las grandes mayorías locales.
Cualquier parecido con la clase política en este país, es pura coincidencia; sino es no es que, en verdad son iguales en el fondo. Basta una simple mirada en los alrededores de las organizaciones de ese tipo que nos gastamos los dominicanos, preñadas de muchos que podrían considerarse como carroñas, y no carne de animales en descomposición, sino trúhanes, gente taimada, y catalogada como vil, despreciable en su mayoría, que lamentablemente, es la que van después a dirigir los destinos nacionales, desde las altas instancias de los poderes estatales.
¡Penosa esa situación!, Es por lo que esta sociedad tiene que ser reconstruida con urgencia, procurando rescatar los antiguos cimientos en que estaba antes sustentada. No cabe duda de que, producto de la misma, como de las actitudes deplorables observadas por las claques dirigencial política, y empresarial que se tienen (¡ay!, ese 4% del PIB, para el ´área de la educación local, cuánto aguijonea la mente de esos representantes), el gran conglomerado social en Dominicana, ha venido deteriorándose considerablemente, en grado sumo durante las últimas décadas.
Los desafueros de sus políticos gobernantes, convertidos en lo que podría denominarse como “carroñeros del Fisco” insaciables, con los concursos sectoriales de estilo, son innegables. ¡No muestran más que eso!
La corrupción estatal, con su fiel aliada, la impunidad a nivel de las instancias de control y judicial correspondientes, los retrata de cuerpo entero. Obviamente, con sus acciones dolosas encrestas en adición.
De igual forma ha contribuido al derrumbe de la sociedad dominicana, la penetración cultural lacerante, in crescendo cada vez. La misma tiene como parte de su base, “el dame lo mío”, a través de los injerencismos alegres permitidos, como los títeres pagados, que se subvencionan directamente desde el exterior.
Con esa, se han llevado de encuentro casi toda la idiosincrasia de los nacionales de esta Tierra caribeña, otrora indómita, incluyendo la debida honra a sus principales símbolos patrios, Himno, Bandera, moneda, música. Hasta la religiosidad característica se ha ido de paro.
Es obvio que, aquí “todo se ha ido a pique”, como se die popularmente. La degeneración es casi total. Las costumbres y las tradiciones nacionales están de capa caída. Es lo mismo que ha ocurrido con el ritmo bolero a nivel musical en todas las sociedades, al igual que otras piezas muy bien logradas por los Clásicos, que ahora les consideran como “música de muertos”.
Ya entre nosotros solo se habla de Santa Claus (no del Día del Niño, Día los Reyes Magos, la Vieja Belén), Día de Acción de Gracia, de Halloween, Black Friday, Baby Shower, etc. Entre esas, cosas que, algunas en realidad no se saben de dónde diablo salieron; pero, hay que copiarlas de los gringos, pues de lo contrario, se está “pasao”. ¡Cuánta falta de identidad nacional!
Evidentemente, las armas que más efectivas se han reportado, como causantes innegables del desbarajuste social presente son, entre otras: la política enraizada como actividad puente para agenciar negocios, entre cuántos se sectores se presten para ello en el país, y fuera del mismo; como la gula de poder, sin medir consecuencias por parte de políticos, y demás parcelas internas dominantes regantes.
Además, la degeneración de las arquitectas por excelencia de las tribus sanguíneas directas, las mujeres, con el ardid vendido de la competencia frontal con el sexo opuesto, y su integración obligada a los medios de producción.
También, los condicionamientos mentales inducidos través de los medios de comunicación de masa, para hacer cambiar comportamientos individuales en la población generalizada; no solo de las féminas, blanco perfecto para el derrumbe social, por supuesto.
Por derivación, todo régimen de derecho aquí es historia; los cañones morales e institucionales de otrora brillan por su ausencia; y, las instancias representativas para defensa de los ciudadanos no funcionan, más que como simples huacales para satisfacer necesidades politiqueras reciprocatorias.
En razón de lo expresado, la sociedad dominicana tiene que ser de nuevo reconstruida, cabe reiterar, sin más pérdida de tiempo; pues, de continuar como hasta ahora ha ido, plagada casi por completo de corrupción e impunidad, a todos los niveles, antinacionalismo, como coloreada por la delincuencia, y criminalidad a granel, esto habrá que cerrarlo muy pronto como nación, y botar las llaves en el fondo del ancho mar que circunda la isla..
Finalmente, es muy posible que muchos estén de acuerdo con la reconstrucción social aludida. Ahora, de seguro se estarán haciendo la misma pregunta que asalta a este humilde servidor: ¿cómo hacerlo en realidad?, después de los grandes males causados por los protagonistas bastante conocidos que se tienen aquí, y los niveles de inconsciencia presentes en determinados núcleos internos de poder, innegable, como los espaldarazos provenientes de exterior que reciben.
Se deja como tarea el aportar en ese sentido, a los que hagan el favor de leer este osado trabajo.
Autor. Rolando Fernández
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