En la República Dominicano no hay hoy un movimiento político fuerte, para desplazar a los cuatro grandes partidos del sistema electoral. Podría surgir ese grupo de una coyuntura que no se ve a simple vista, pero no lo hay en lo que se evalúa en este momento.
Los cuatro partidos que de acuerdo con la Junta Central Electoral son mayoritarios se confían en el vacío que hay, y juegan a la política del clientelismo y de mantener los cargos que tienen. A largo plazo, esa línea los llevará al abismo, pero hoy son los que mandan.
En la práctica sólo hay dos partidos políticos fuertes. El Partido de la Liberación Dominicana tiene de aliado al Partido Revolucionario Dominicano y el Partido Revolucionario Moderno al Partido Reformista. La ausencia de ideología hace que sólo existan siglas, nombres y colores de bandera, pero en el fondo representan lo mismo.
Muchos piensan que la Marcha Verde podría ser la punta de lanza de cambios y nuevos objetivos, pero esa variable al día de hoy es imposible. La marcha Verde logró la unidad y grandes manifestaciones con el tema de lucha contra la corrupción. No ha dado un paso más allá, como sería luchar por reformas sociales, políticas y económicas.
La prueba de fuego de esa Marcha Verde será ver si se mantiene unida cuando hable de la mala distribución de las riquezas, de la voracidad de los grupos empresariales, de sacar al país de la dependencia de potencias extranjeras, de mejorar los niveles de educación, de asistencia sanitaria y de un empleo justamente retribuido.
La Marcha Verde como frente de masas tiene en su seno a representantes de los cuatro partidos mayoritarios y de sectores independientes, de comunitarios, religiosos, empresariales y otros. Cuando den un paso para buscar reconocimiento partidista, cada cual se irá a su organización de base, donde buscará obtener los beneficios que da el poder.
La pasividad y la apertura de las consignas, destruye a los frentes de masas. Eso podría pasar a la Marcha Verde. No puede haber una consigna de apoyo universal. Lo que es bueno para los empresarios, golpea al obrero. Si se da pie a los reclamos del proletario, los inversionistas huirán.
Es necesaria una nueva fuerza política, que no medre alrededor de los cuatro grandes partidos, ni que tenga su misma plataforma de gobierno y social. Necesita esa fuerza un liderazgo joven, sin compromisos con el pasado, y que esté dispuesta en base a sacrificios a forjar su destino político. No veo ni el movimiento ni el líder en este momento. Puede llegar, no se olvide de que hay siglos que se condensan en un día, y días que duran un siglo. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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