Hacer cambios a la carrera y sin ser necesarios al Código de Trabajo se puede interpretar de una acción criminal. Es como si se diera un golpe en la nuca al proletariado nacional. Los empresarios, la patronal, presentan nueva demostración de que sólo les interesa su dinero.
Lejos estamos en la República Dominicana del establecimiento de un capitalismo de rostro humano. Por el contrario, muchos empresarios el retrato que guardan es de ese inversionista gruñón, y que fuera de sus recursos se le importa todo.
En la buena convivencia pacífica hace falta que los que más tienen, no aprieten la soga en el cuello del proletariado. El caos nace de la opresión, y eso deben saberlo los empresarios. Ningún capital está seguro y se puede reproducir donde la anarquía sea la forma de subsistir.
El Código de Trabajo tiene limitaciones y de hecho favorece más a los patronos que a los trabajadores. Está cojo de un lado, y aun así hay que defenderlo. Con todas sus fallas, es inaceptable que ahora se le haga una modificación de sastrería, para favorecer a algunos patronos.
Con el surgimiento de la industria del servicio y las grandes plazas comerciales, el sector privado se solidifica como el principal empleador del país. Sin embargo, rechaza un salario mínimo justo para sus empleados.
La modificación al Código Penal tiene como uno de sus objetivos básicos eliminar el subsidio por despido. También reducir las vacaciones a las parturientas y trata de refilón el caso de las pensiones. A tiempo, el voraz empresario dominicano debe ir donde un buen maquillista para que le ponga un rostro humano.
A pesar de todo, el obrero dominicano está prácticamente solo. Las centrales sindicales han ido perdiendo fuerzas en los últimos años. Han caído en el economicismo, talvez producto de esa lucha frontal que sostuvieron con el doctor Joaquín Balaguer y sus gobiernos.
Las centrales sindicales rudamente golpeadas no se pudieron recuperar. Unas se esfumaron y las otras tomaron caminos conservadores, aunque es de destacar que lucharon hasta ser derrotadas en lo que se refiere al reajuste de salarios.
Tiene que darse la unidad obrero-sindical. Asimismo, en muchas ocasiones hay un divorcio entre el movimiento obrero organizado, y los simples asalariados. Las centrales sindicales deben ahora hablar claro, y tener una gran capacidad de combate.
Tengo fe que serán derrotadas las aspiraciones a una modificación del Código de Trabajo, para adecuarlo a los intereses patronales. Ese movimiento sería peor que el llamado Código Trujilo del Trabajo, que fue malo porque nació en la dictadura de los 32 años, pero que era uno de los más progresistas del continente.
Hay que defender los derechos de los trabajadores al seguro médico, plan de pensiones, derecho de cesantía, unas vacaciones justas a las parturientas, y sobre todo que no sean vejados y atropellos por la patronal. ¡Ay!, se me acabó la tinta.