El sistema de partidos politicos de la república Dominicana atraviesa por una grave, profunda y dilatada crisis. Los protagonistas del sistema de partidos del país se niegan a enfrentar a profundidad y deshacer de una buena vez, ese entuerto que ellos mismos, en gran parte, han sido los responsables de que tocáramos fondo como ha sucedido.
Cada vez más surgen nuevas y contundentes evidencias de una crisis que no resiste mayores rodeos por parte de las direcciones de los distintos partidos. Ora son los oficialistas, ora son los de oposición, que evitan mirarse en el espejo de su propios estamentos partidarios en lo referente a las distintas situaciones de conflictos, que les impiden avanzar en el tiempo actual, como deberían.
La institucionalidad de la nación requiere un esfuerzo de transparencia, en todos los sentidos. La ciudadanía reclama ya con vigor que se regulen aportes, finanzas, nóminas, matrículas y eventos, a lo interno de los instrumentos a través de los cuales canalizan sus derechos ciudadanos, como los son los partidos políticos.
Más de una década manoseando la reglamentación de las actividades de las organizaciones políticas, expresada en un proyecto que no termina de convertirse en Ley de Partidos Políticos. De la misma manera, más de una década de esfuerzos que no terminan de cristalizar en una reforma a la Ley Electoral, para superar así situaciones que nos averguenzan a todos.
Un proyecto de ley, elaborado por la Junta Central Electoral, JCE, reposa en el Congreso Nacional, consensuado en la mayor parte de su contenido, y cuya diferencias de criterios entre los actores principales del partidarismo, se ubican tan sólo en poco más de tres de sus artículos...Y aun así no logran ponerse de acuerdo para su aprobación.
Los reclamos ciudadanos, en el sentido del cese de la corrupción y la impunidad, que deberían tener en las entidades políticas su marco de actividad, han superado a los propios partidos, los han desbordado. Más aún, la incapacidad de los propios partidos de respetar las reglas de juego llevó a que ni siquiera sean capaces de reconocer cuándo pierden y cuándo ganan un proceso electoral, y a perder con esto un porcentaje alto de su legitimidad.
Es hora ya de que los partidos políticos dominicanos reflexionen sobre sus propias prácticas, de que venteen sobre su futuro, antes de que sea definitivamente tarde para su existencia. Aprobar la Ley de Partidos Políticos y la reforma a la Ley Electoral podría ser el inicio de un cambio en la partidocracia criolla.
Salvador Sánchez
Director